"La vida es el
más maravilloso cuento de hadas"
(Hans Christian
Andersen)
"Sin soy
honesta, debo decir que todavía leo cuentos de hadas y son los que más me
gustan"
(Audrey Hepburn)
Dicen que "las princesas solo existen en
los cuentos",
que sólo "la imaginación de quienes
escriben puede crear los cuentos",
Y hay quien dice
que "sólo los magos, con
sus "trucos de magia", pueden hacer aparecer las princesas de
cuentos".
Además, creo que "con el capricho de los
colores con que se pueden envolver los recuerdos, se puede escribir el más
hermoso de los cuentos".
(Rusty Andecor).
Bueno, y a cualquiera que leyera mi introducción, le diría aquello de John Lennon: "Dirás que soy soñador, pero no soy el único".
Lo cierto es que, para empezar, yo pienso que la imaginación es la
dueña del argumento del cuento, como de la mayor parte de los relatos. Como
pienso que "la fantasía
es como un duende que dibuja a su capricho los trazos más asombrosos del
cuento". A veces, quiere
retratar, si no la propia vivencia, al menos el deseo de poder realizarla.
Y lo cierto es, también, que en mi colección "La música más hermosa del
mundo" no hubo solo una recopilación de lo mejor de los
fragmentos de la música del "séptimo arte", sino algo más. Pues se
trataba de describir el mensaje, no solo del autor para enriquecer la trama de
la película, sino para dar contenido a mi propio argumento, al guión que yo
quería poner en cada álbum, al sentimiento y al color que yo deseaba darle a
cada volumen. Siempre había un breve cuento en ese álbum y en cada tema. Y
ahora que es Navidad, he querido "dibujar" sobre "los colores de mi
destello", el que ilumina mi imaginación. Es un dibujo, porque mi intención ha
sido difuminar trazos de
fantasía, tal vez según me dictaban mis emociones y mi
estado de ánimo. Y en un lienzo con el fondo de esos "colores" porque eran los personajes de mi
ensoñación los que los definían y sobre los que podía apoyar mi historia.
Y así llegué a mi último cuento. "El viejo mago y la niña
del vestido blanco"; un relato semioculto entre los símbolos de
las imágenes y las entrelíneas del texto, que es solo un tándem simbólico de
complicidad humana entre los sentimientos nobles y sinceros de dos personajes
ficticios, el mago que
ofrece todos los recursos de su presumible encantamiento,
su habilidad para intentar fascinar a quien todavía admira sus viejos trucos;
y la niña, que con su ingenuidad contempla asombrada el
espectáculo de ilusión.
Un relato que solo identifica a los dos personajes en los primeros
y últimos temas del álbum, ya que casi la totalidad del resto de esos temas
representan el vestigio del alma de ese mago en otro tiempo, o quizá en otro
universo, y en los que se trataba de describir la impresión de unas "viejas
fotografías" que un "viajero" del tiempo (posiblemente
el que se convierte después en mago) contempla en su "visor de
antigüedades", y que envuelve con una música que él misma ha elegido
para cada momento. Son temas que escucharemos en otra entrega.
Es la dama de los sueños del cuento que, tras el encantamiento que el mago hizo en ella, al transformarla de niña con su vestido blanco, se convirtió en la dama del vestido azul. |
Hay que recordar que la complicidad de los
personajes no se define de una forma clara; no es una relación amorosa, ni
exclusivamente de amistad, aunque tal vez es una "complicidad" que
mezcla parte de esas dos relaciones, en un momento u otro. Y es posible que ese
vínculo tenga algo más generoso que lo que parece aparentar, pues se trata de
la entrega mutua de la ilusión de cada uno. Y esa es también la clave del
cuento: un mago transforma a una niña
vestida de blanco en una dama vestida de azul, que luego
se desvanece, porque quizá el destino del mago era enviarla a ese lejano
universo al que realmente pertenecía la dama.
Y como decía al principio, o al menos quise
sugerir, es tan fascinante la fantasía cuando se escribe un cuento, que no hay
mejor excitación ni mayor curiosidad en el lector, cuando éste conoce al autor,
que conseguir la apariencia de la identidad de los personajes del cuento con los
que pertenecen a la vida real y en la que forman parte del universo cercano.
Por eso, a veces, he intentado poner "en
primera persona" la señal y el color de mi identidad y algunas de
las vivencia que puedan, también identificarme.
Por otra parte, no olvidemos que éste y los
álbumes anteriores son una
amalgama pictórica de retazos de recuerdos o
ensoñaciones, de pinceladas emotivas del alma del personaje que aparece en
escena, y de matices de turbación, perplejidad o asombro, de goces, entusiasmo
o desesperación. Pero, sobre todo, en este último
"volumen", se produce una combinación extraña, caprichosa,
exquisita, aunque "empalagosa",
de ilusiones y desilusiones, fascinaciones y desencantos. Y todos sus temas
envueltos con un sutil y breve cuento, el que "se
cuenta" en los primeros y últimos temas: "El cuento del viejo mago y
la niña vestida de blanco". Dos personajes que, de
alguna forma, se ven influidos por la temática de todo el conjunto literario
musical.
Un viejo ilusionista intenta no defraudar a la niña del cuento buscando en sus trucos de magia convertirla en una princesa. |
Así pues, la última parte del álbum, el "Volumen 12", comienza con el tema "Blue
Dress", de Sylvain Chomet, de la BSO de "The Illusionist". La historia del viejo mago que trata de no defraudar a la niña del cuento, convencida de que sus trucos de magia son reales, sirve aquí para representar la ilusión de unos personajes que se mueven de forma parecida. Un viejo "aprendiz de poeta" ha perdido su magia para componer sus versos, su única habilidad para fascinar a su imaginaria dama de los sueños y mantenerla "encantada" en la representación de su cuento. Aún tiene un último "truco de magia", el que esconde dentro de su chistera: el mensaje de la música que le entrega y que se halla en la fantasía de su espectáculo y al que él llama "La música más hermosa del mundo". De momento, el viejo "encantador de su música" parece que algo va a conseguir de su dama: con su magia, convertir el vestido blanco de ella en un vestido azul ("Blue Dress").
"Señoras y señores...". Es el momento esperado en que la niña del vestido blanco se convierta en la dama de nuestros sueños. |
Y el espectáculo comienza. Es el segundo tema, "Enter
Leclou", de Henry Mancini, de la BSO de "Víctor o Victoria". El "escenario" cobra vida y el ilusionista aparece en él: "¡Damas y caballeros... es el momento de buscar en su imaginación el personaje de sus sueños! ¡Con ustedes... la niña del vestido blanco! Ahora, solo tienen que cerrar los ojos y concentrarse en el recuerdo de esa imagen que no pueden olvidar. Cuando los abran podrán ver su deseo hecho realidad, porque la escena se habrá transformado y comprobarán que su magia tiene todo el poder sobre sus sueños". El tema, en el film de Blake Edwards, abre un pintoresco y divertido musical, en el que el personaje, una mujer llamada Victoria, juega con el papel de un hombre (Victor). Por eso, he querido transmitir la ilusión de esta música para convertir también esa imagen que, espontáneamente... puede aparece en nuestra mente, pero en esa otra imagen, tal vez más lejana, casi desvanecida, y que buscamos en nuestra maravillosa fantasía. Las notas y el ritmo de una marcha que anuncia el comienzo del espectáculo, nos hace sentir espectadores del desfile de una "íntima película" que queremos contemplar y vivir, al menos, en nuestra imaginación.
El tema "Valzer
del commiato", de
Nino Rota, de la BSO "El gatopardo", es
El final de la escena; ella, en su nuevo universo multicolor sobre fondo azul y envuelta en su luna blanca |
el que ameniza la
escena de la transformación mágica de "la niña del vestido
blanco". El título y el significado del tema musical en la película de Visconti es
el "Vals de la despedida". Pues también, no sólo he
querido visualizar ese maravilloso cuadro escénico en el que se produce la
magia entre el mago y la niña, sino celebrar de forma grata y esperanzadora el
final de esta representación imaginaria. Nada mejor que este guiño risueño de
un vals tranquilo y envuelto en la ilusión de saber que los personajes que
aparecían en nuestras "viejas fotografías", y que
los más ensoñadores pudimos contemplar en nuestro visor mágico de
antigüedades, se liberaron de su hechizo y pudieron hacer realidad sus
sueños. Ella, en su nuevo universo multicolor sobre fondo
azul, muy lejos de la soledad que tanto detestaba; él, en su
dimensión mágica en donde conseguir el triunfo de su oficio de ilusionista y
poder animar las escenas fotografiadas en su álbum de recuerdos.
”Lullaby”, de Philippe Rombi, de la BSO de “La chica de Paris” es el último tema del volumen y del álbum. La orquesta Pink Martini cierra esta parte y de la totalidad de la obra con un tema de “La chica de París”. Se trata de una nana, porque… quizá esto no era más que un cuento; el cuento que el tío “cuentacuentos” le cuenta a la niña, su sobrina, para que se duerma, precisamente en la noche de Navidad. El cuento de un viejo
y extraño mago, que en otros tiempos fue “aprendiz de poeta” e “imaginador de cuentos” que
nunca llegó a escribir. Un viejo “aprendiz de mago” que después de repetir todos sus trucos para
conseguir… quizá solo, algo tan sencillo como los colores de una rosa, o los
del vestido de una niña que admiraba “su magia”, o la aparición de una luz en su
escenario, presentándola como “un destello azul”, no fue capaz de realizarlos. Un “iluso mago” que, después de conseguir
de “la niña del vestido blanco” toda su admiración por la ilusión de sus
trucos (en el primer tema), la perdió cuando, en el último de ellos con éxito,
convirtió el color de su vestido en azul. Un “ensoñador de ilusiones” con afición de viejo mago que buscó
alcanzar, de su último truco, poder rescatar a “la dama del vestido azul” de su destello para convertirla de nuevo
en la niña del vestido blanco, sin conseguirlo. Un cansado y ya decepcionado
mago que, al final, solo intenta hacer un truco: buscar la magia de su chistera
y desaparecer a través de ella, porque tenía la esperanza de escapar de su
mundo para encontrar, en un lejano universo, la luz azul de su destello y fundirse después con ella. Lo cierto es
que el mago se desvaneció de
su escenario y solo quedó el cuento que apareció en sus viejas y rancias fotografías, las
que solía mirar a
El cuento ha concluido y ahora es el espíritu del mago convertido en un duende, quizá navideño, el que le cuenta su propio cuento a una niña cubierta de rosas que se duerme poco a poco. |
través de su visor de antigüedades, las que le enseñaba a su admiradora “niña del vestido blanco”. Solo quedó la fantasía de un tímido y
conmovedor relato que nadie llegó a descubrir, pero que sugirió el deseo del “encantamiento” que intentó el mago en sus últimos trucos. El cuento ha concluido y ese duende, latente y encantadoramente subrepticio en todos los relatos del libreto musical, con su
aparente identidad, pero discretamente disfrazado, le cuenta este relato “a su modo”, con palabras sencillas, como si se tratara de un cuento de hadas, a la niña que también vestía de blanco. Y lo hace en voz baja, siempre
con una entrañable sonrisa, intentando que se durmiera y tuviera esos dulces
sueños que todos deseamos para los niños, y con más razón hoy, en la noche de Navidad. Quizá es el “tito cuentacuentos” que, acariciando el pelo sedoso de la
niña, mientras describe los asombrosos trucos del mago y le canta después una
nana, trata no solo de hacer que ella se duerma, sino de convencerse de que él
también tiene las mismas ilusiones que la niña. O, quizá, es el espíritu del viejo mago convertido ya
en ese duende, por un milagro de su propia magia, que está buscando la ilusión en los
sueños que le sugieren las palabras de su propio cuento. La niña se ha dormido; la dama encantada, allá en su lejano universo, parece que también. El viejo mago, que
volvió convertido en duende, solo para contar el cuento a la niña, se
desvaneció cuando ésta se durmió. Y el cuento ha terminado.
"Rusty Andecor"