martes, 23 de diciembre de 2014

"Blue Dress", de "The Illusionist" / "Lullaby", de "La chica de París"

La ilusión del viejo mago es la que convierte a "la niña del vestido
blanco" en la bella dama que deja que se escape a su lejano
universo para vivir en su maravilloso castillo y protegida con
la luz de su propio destello.
"La vida es el más maravilloso cuento de hadas"
(Hans Christian Andersen)
   
"Sin soy honesta, debo decir que todavía leo cuentos de hadas y son los que más me gustan"
(Audrey Hepburn)
   
Dicen que "las princesas solo existen en los cuentos",
que sólo "la imaginación de quienes escriben puede crear los cuentos",
Y hay quien dice que "sólo los magos, con sus "trucos de magia", pueden hacer aparecer las princesas de cuentos".
Además, creo que "con el capricho de los colores con que se pueden envolver los recuerdos, se puede escribir el más hermoso de los cuentos".

(Rusty Andecor).
  
Bueno, y a cualquiera que leyera mi introducción, le diría aquello de John Lennon: "Dirás que soy soñador, pero no soy el único".

Pienso que todo vale para aportar la imaginación al crear un cuento.
Me he dado cuento que hay escenas en el cine, junto con el
mensaje de su música, capaces de inspirarme y recrear mi propia
representación. Siempre hay una dama vestida de "colores de
ensueños" y un mago que trata de fascinarla en el "baile de la
ilusión" para mantener la clave del cuento.
Lo cierto es que, para empezar, yo pienso que la imaginación es la dueña del argumento del cuento, como de la mayor parte de los relatos. Como pienso que "la fantasía es como un duende que dibuja a su capricho los trazos más asombrosos del cuento". A veces, quiere retratar, si no la propia vivencia, al menos el deseo de poder realizarla.
   
Y lo cierto es, también, que en mi colección "La música más hermosa del mundo" no hubo solo una recopilación de lo mejor de los fragmentos de la música del "séptimo arte", sino algo más. Pues se trataba de describir el mensaje, no solo del autor para enriquecer la trama de la película, sino para dar contenido a mi propio argumento, al guión que yo quería poner en cada álbum, al sentimiento y al color que yo deseaba darle a cada volumen. Siempre había un breve cuento en ese álbum y en cada tema. Y ahora que es Navidad, he querido "dibujar" sobre "los colores de mi destello", el que ilumina mi imaginación. Es un dibujo, porque mi intención ha sido difuminar trazos de fantasía, tal vez según me dictaban mis emociones y mi
La complicidad de los personajes de una escena va más allá de
lo convencional, la amistad o lo amoroso. A veces es la entrega
mutua de la ilusión, como a través de un truco de magia. A
veces, es la clave de la inspiración cuando me seduce ese
cuento que he de escribir.
estado de ánimo. Y en un lienzo con el fondo de esos "colores" porque eran los personajes de mi ensoñación los que los definían y sobre los que podía apoyar mi historia.
   
Y así llegué a mi último cuento. "El viejo mago y la niña del vestido blanco"; un relato semioculto entre los símbolos de las imágenes y las entrelíneas del texto, que es solo un tándem simbólico de complicidad humana entre los sentimientos nobles y sinceros de dos personajes ficticios, el mago que ofrece todos los recursos de su presumible encantamiento, su habilidad para intentar fascinar a quien todavía admira sus viejos trucos; y la niña, que con su ingenuidad contempla asombrada el espectáculo de ilusión.
   
Un relato que solo identifica a los dos personajes en los primeros y últimos temas del álbum, ya que casi la totalidad del resto de esos temas representan el vestigio del alma de ese mago en otro tiempo, o quizá en otro universo, y en los que se trataba de describir la impresión de unas "viejas fotografías" que un "viajero" del tiempo (posiblemente el que se convierte después en mago) contempla en su "visor de antigüedades", y que envuelve con una música que él misma ha elegido para cada momento. Son temas que escucharemos en otra entrega.

   
Es la dama de los sueños del cuento que, tras el encantamiento
que el mago hizo en ella, al transformarla de niña con su
vestido blanco, se convirtió en la dama del vestido azul.
Hay que recordar que la complicidad de los personajes no se define de una forma clara; no es una relación amorosa, ni exclusivamente de amistad, aunque tal vez es una "complicidad" que mezcla parte de esas dos relaciones, en un momento u otro. Y es posible que ese vínculo tenga algo más generoso que lo que parece aparentar, pues se trata de la entrega mutua de la ilusión de cada uno. Y esa es también la clave del cuento: un mago transforma a una niña vestida de blanco en una dama vestida de azul, que luego se desvanece, porque quizá el destino del mago era enviarla a ese lejano universo al que realmente pertenecía la dama.
   
Y como decía al principio, o al menos quise sugerir, es tan fascinante la fantasía cuando se escribe un cuento, que no hay mejor excitación ni mayor curiosidad en el lector, cuando éste conoce al autor, que conseguir la apariencia de la identidad de los personajes del cuento con los que pertenecen a la vida real y en la que forman parte del universo cercano. Por eso, a veces, he intentado poner "en primera persona" la señal y el color de mi identidad y algunas de las vivencia que puedan, también identificarme.
   
Por otra parte, no olvidemos que éste y los álbumes anteriores son una
Un viejo ilusionista intenta no defraudar a la niña del cuento
buscando en sus trucos de magia convertirla en una princesa.
amalgama pictórica de retazos de recuerdos o ensoñaciones, de pinceladas emotivas del alma del personaje que aparece en escena, y de matices de turbación, perplejidad o asombro, de goces, entusiasmo o desesperación. Pero, sobre todo, en este último "volumen", se produce una combinación extraña, caprichosa, exquisita, aunque "empalagosa", de ilusiones y desilusiones, fascinaciones y desencantos. Y todos sus temas envueltos con un sutil y breve cuento, el que "se cuenta" en los primeros y últimos temas: "El cuento del viejo mago y la niña vestida de blanco". Dos personajes que, de alguna forma, se ven influidos por la temática de todo el conjunto literario musical.
  
Así pues, la última parte del álbum, el "Volumen 12", comienza con el tema "Blue Dress", de Sylvain Chomet, de la BSO de "The Illusionist". La historia del viejo mago que trata de no defraudar a la niña del cuento, convencida de que sus trucos de magia son reales, sirve aquí para representar la ilusión de unos personajes que se mueven de forma parecida. Un viejo "aprendiz de poeta" ha perdido su magia para componer sus versos, su única habilidad para fascinar a su imaginaria dama de los sueños y mantenerla "encantada" en la representación de su cuento. Aún tiene un último "truco de magia", el que esconde dentro de su chistera: el mensaje de la música que le entrega y que se halla en la fantasía de su espectáculo y al que él llama "La música más hermosa del mundo". De momento, el viejo "encantador de su música" parece que algo va a conseguir de su dama: con su magia, convertir el vestido blanco de ella en un vestido azul ("Blue Dress").
"Señoras y señores...". Es el momento esperado en que la niña
del vestido blanco se convierta en la dama de nuestros sueños.

Y el espectáculo comienza. Es el segundo tema, "Enter Leclou", de Henry Mancini, de la BSO de "Víctor o Victoria". El "escenario" cobra vida y el ilusionista aparece en él:  "¡Damas y caballeros... es el momento de buscar en su imaginación el personaje de sus sueños! ¡Con ustedes... la niña del vestido blanco! Ahora, solo tienen que cerrar los ojos y concentrarse en el recuerdo de esa imagen que no pueden olvidar. Cuando los abran podrán ver su deseo hecho realidad, porque la escena se habrá transformado y comprobarán que su magia tiene todo el poder sobre sus sueños". El tema, en el film de Blake Edwards, abre un pintoresco y divertido musical, en el que el personaje, una mujer llamada Victoria, juega con el papel de un hombre (Victor). Por eso, he querido transmitir la ilusión de esta música para convertir también esa imagen que, espontáneamente... puede aparece en nuestra mente, pero en esa otra imagen, tal vez más lejana, casi desvanecida, y que buscamos en nuestra maravillosa fantasía. Las notas y el ritmo de una marcha que anuncia el comienzo del espectáculo, nos hace sentir espectadores del desfile de una "íntima película" que queremos contemplar y vivir, al menos, en nuestra imaginación.

El tema "Valzer del commiato"de Nino Rota, de la BSO "El gatopardo", es
El final de la escena; ella, en su nuevo
universo multicolor sobre fondo azul y
envuelta en su luna blanca

el que ameniza la escena de la transformación mágica de "la niña del vestido blanco". El título y el significado del tema musical en la película de Visconti es el "Vals de la despedida". Pues también, no sólo he querido visualizar ese maravilloso cuadro escénico en el que se produce la magia entre el mago y la niña, sino celebrar de forma grata y esperanzadora el final de esta representación imaginaria. Nada mejor que este guiño risueño de un vals tranquilo y envuelto en la ilusión de saber que los personajes que aparecían en nuestras "viejas fotografías", y que los más ensoñadores pudimos contemplar en nuestro visor mágico de antigüedades, se liberaron de su hechizo y pudieron hacer realidad sus sueños. Ella, en su nuevo universo multicolor sobre fondo azul, muy lejos de la soledad que tanto detestaba; él, en su dimensión mágica en donde conseguir el triunfo de su oficio de ilusionista y poder animar las escenas fotografiadas en su álbum de recuerdos.

El viejo mago esperaba paciente "el milagro" de su magia. Repetía
sus trucos, porque quería seguir asombrando a "la niña del vestido
blanco". Pero solo pudo sacar de su chistera su precioso vestido
azul; y, con él, la perdió cuando comprobó que la luz del destello
de su dama no regresó, nunca más. Esperó, entonces, a realizar
el último de sus trucos: desaparecer de aquel escenario para
viajar hasta el universo en donde pensaba se hallaría...
su amado "destello".

”Lullaby”, de Philippe Rombi, de la BSO de “La chica de Paris” es el último tema del volumen y del álbum. La orquesta Pink Martini cierra esta parte y de la totalidad de la obra con un tema de “La chica de París”. Se trata de una nana, porque… quizá esto no era más que un cuento; el cuento que el tío “cuentacuentos” le cuenta a la niña, su sobrina, para que se duerma, precisamente en la noche de Navidad. El cuento de un viejo y extraño mago, que en otros tiempos fue “aprendiz de poeta” e “imaginador de cuentos” que nunca llegó a escribir. Un viejo “aprendiz de mago” que después de repetir todos sus trucos para conseguir… quizá solo, algo tan sencillo como los colores de una rosa, o los del vestido de una niña que admiraba “su magia”, o la aparición de una luz en su escenario, presentándola como “un destello azul”, no fue capaz de realizarlos. Un “iluso mago” que, después de conseguir
Quizá, aquella niña del vestido blanco, antes de desvanecerse
hasta su lejano universo, tras su destello, esperó suspendida,
el milagro de dejar sus azueles y regresar a la dimensión del
mago si él no hubiera permitido que su magia se le escapara
de sus manos, dejando que se alejara en sus confines.
de “la niña del vestido blanco” toda su admiración por la ilusión de sus trucos (en el primer tema), la perdió cuando, en el último de ellos con éxito, convirtió el color de su vestido en azul. Un “ensoñador de ilusiones” con afición de viejo mago que buscó alcanzar, de su último truco, poder rescatar a “la dama del vestido azul” de su destello para convertirla de nuevo en la niña del vestido blanco, sin conseguirlo. Un cansado y ya decepcionado mago que, al final, solo intenta hacer un truco: buscar la magia de su chistera y desaparecer a través de ella, porque tenía la esperanza de escapar de su mundo para encontrar, en un lejano universo, la luz azul de su destello y fundirse después con ella. Lo cierto es que el mago se desvaneció de su escenario y solo quedó el cuento que apareció en sus viejas y rancias fotografías, las que solía mirar a 
El cuento ha concluido y ahora es el espíritu del
mago convertido en un duende, quizá navideño,
el que le cuenta su propio cuento a una niña
cubierta de rosas que se duerme poco a poco.
través de su visor de antigüedades, las que le enseñaba a su admiradora “niña del vestido blanco”. Solo quedó la fantasía de un tímido y conmovedor relato que nadie llegó a descubrir, pero que sugirió el deseo del “encantamiento” que intentó el mago en sus últimos trucos. El cuento ha concluido y ese duende, latente y encantadoramente subrepticio en todos los relatos del libreto musical, con su aparente identidad, pero discretamente disfrazado, le cuenta este relato “a su modo”, con palabras sencillas, como si se tratara de un cuento de hadas, a la niña que también vestía de blanco. Y lo hace en voz baja, siempre con una entrañable sonrisa, intentando que se durmiera y tuviera esos dulces sueños que todos deseamos para los niños, y con más razón hoy, en la noche de Navidad. Quizá es el “tito cuentacuentos” que, acariciando el pelo sedoso de la niña, mientras describe los asombrosos trucos del mago y le canta después una nana, trata no solo de hacer que ella se duerma, sino de convencerse de que él también tiene las mismas ilusiones que la niña. O, quizá, es el espíritu del viejo mago convertido ya en ese duende, por un milagro de su propia magia, que está buscando la ilusión en los sueños que le sugieren las palabras de su propio cuento. La niña se ha dormido; la dama encantada, allá en su lejano universo, parece que también. El viejo mago, que volvió convertido en duende, solo para contar el cuento a la niña, se desvaneció cuando ésta se durmió. Y el cuento ha terminado.

"Rusty Andecor"

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