martes, 27 de noviembre de 2018

El arte de la música y su lenguaje universal. Su banda sonora escenifica el teatro de la imaginación.

Alusión al universo de la ilusión desde la expresión
musical que, de forma metafórica y rayando lo
absurdo, describe en esta pintura Michael Cheval
"El arte de la música es la más genuina de las creaciones artísticas para satisfacer y fascinar la imaginación. Su ´banda sonora` es capaz de dotarle del mejor argumento. La música es la que mejor puede colmar los universos de nuestra ilusión". (Rusty Andecor)
  
Bueno, pues para empezar, después de la reflexión de mi cita anterior, y aunque ya nos referimos a algunas de esas frases que fueron atribuidas a algunos de los genios de la música, conviene recordar su relevancia en cuanto a lo que hemos de extraer de su pensamiento. En definitiva, son los autores de la música quienes mejor expresan la esencia de su arte y su lenguaje. Y es precisamente eso lo que dicen en sus citas:
  
"La música es el arte más directo; entra por el oído y va al corazón"  
(Magdalena Martínez, flautista española)
 
"La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor, sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso"
  
(Franz Liszt, pianista y compositor austro-húngaro)
 
"La música es el verdadero lenguaje universal"
   
(Carl María von Weber, compositor, pianista y director de orquesta alemán)
   
El intérprete de la composición musical es quien
transmite su mensaje. Solo su virtuosismo y su
inspiración serán capaces de conmover los
sentimientos de quienes la escuchan, incluso
escenfiicar el teatro de su imaginación.

(Painted by Richard S. Johnson)
"La música es el lenguaje que me permite comunicarme con el más allá"  
(Robert Schumann, compositor alemán)
    
"La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido"
  
(Leonard Bernstein, compositor y director de orquesta estadounidense)
     
Lo cierto es que no hay lenguaje, ni existe un medio de comunicación que no precise la expresión a través de un idioma o de cualquier otra manifestación visual, como podría ser la imagen de una pintura, escultura o conjunto arquitectónico, ni siquiera la del gesto humano, como no sea la de la expresión musical. Es el lenguaje universal que bien podría comunicarnos con la civilización más desconocida o más allá de las fronteras de nuestro universo convencional. La música no necesita de recursos visuales; su transmisión es directa desde la fuente de su sonido hasta lo más profundo de nuestra mente. La música nos revela lo que no puede o no debería revelarse, lo que no se puede describir desde la literatura o desde la pintura. Sin embargo, no es que la expresión musical se quede solo en una alternativa para reemplazar la comunicación mediante el lenguaje más convencional o a través del otros recursos artísticos. Es que la música es, también, ante todo y sobre todo, arte.
   
La música busca la sensibilidad estética y la
conmoción de los sentimientos. Pero también, sin
pretenderlo, descubre la escenificación de una
fantasía. Y recrea el teatro de la imaginación.

(Painted by Josephine Wall)
Pues si, como dijo Aristóteles, "la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia", la música no solo describe "literalmente" las notas de una partitura, ni tiene como finalidad la exclusiva recepción de la melodía. Hay algo más en su finalidad. Es el mensaje con una intencionalidad, lo que pretende. Unas veces, es el contenido argumental para estimular nuestro pensamiento y mover la imaginación; otras, es el propósito de conmover nuestro espíritu anhelante de emociones, de impresionar nuestros sentimientos. Y es, incluso, el aporte de un contexto dramático que envuelve con elegancia, matices evocadores y nostálgicos el argumento de esa partitura. El tema "El día de mañana" de la serie televisiva dirigida por Mariano Barroso, compuesto por Vicente Ortiz Gimeno, con la intensidad de su carga dramática, es el ejemplo claro y visual de una música que describe muy bien esta característica del arte y del lenguaje más elocuente de la música.
    
Así pues, es evidente que "La sublimidad de la música se manifiesta en la expresión de un mensaje construido por la combinación de sonidos que, basada en las reglas de la armonía y en la inspiración del autor, transmiten una impresión estética, un efecto emotivo, e incluso un argumento. Su excelencia se fundamenta en la capacidad con la que la composición musical conmueva nuestros sentimientos. Su grandiosidad se revela en su aptitud para comunicar lo que no puede ser descrito en otras manifestaciones artísticas. Su genialidad se debe a que su lenguaje transmite una obra de arte que da forma a la esencia de la inspiración, no sólo de su autor sino de quien la recibe" (Rusty Andecor).
 
El verdadero artista funde su inspiración con la de
quienes interpretan junto a él la obra musical. Su
conjunto transmite la belleza y el mensaje de esa
fusión a quien la escucha.
Ya dijimos en el anterior artículo que "la música por sí sola no sirve ni enriquece nuestros anhelos ni expectativas como para complacernos con su belleza, como tampoco es suficiente como para gratificar nuestros sentidos, aún con la caricia de su sinfonía o de su canción, aún sintiendo la sutileza del violín, del roce triste del cello o de las notas apasionadas del piano". Decíamos que "la música debe vivir en nuestra imaginación, que ésta se llene de momentos musicales, sobre todo cuando necesitemos recrear escenarios en ese mágico universo imaginativo". Y terminaba añadiendo "Sólo así nos sentiremos embriagados de goce y satisfacción, complacidos emocionalmente, plenos y encantados".
  
Me refería también a que "la música que sentimos en el alma y la que escuchamos en nuestra imaginación es el lenguaje que deseamos transmitir cuando queremos que alguien capte nuestro mensaje". Y añadía que "no siempre es la originalidad del carácter de la partitura, ni de su contenido o argumento, lo que nos interesa escenificar o transmitir de la composición musical o de su fragmento, sino nuestra inspiración cuando la escuchamos, evocando el escenario que representa nuestra imaginación".
  
La imagen, tal vez más difuminada, es la que
podría ver en mis ensoñaciones. Y es la música,
la que pone su banda sonora en esos sueños. Es
la música, la que da color a la escena. Y es la
música, la que muestra esa imagen: la eterna
"dama del vestido blanco". Lástima que siempre
oculte su rostro. Nunca consigo verla de frente.
Terminaba esta reflexión concluyendo: "ese lenguaje musical y su creación artística, precisamente esa música, es ´la música más hermosa del mundo´, la que fui recuperando en el transcurso de la publicación de mi crónica literario-musical, la que fui dibujando y coloreando en sus escenarios, y enmarcando con sus motivos".
  
Y una vez más, para coronar esta introducción, debería referirme a los sueños. Porque en ese mágico universo es donde se siente mejor, el color de la belleza, el aroma de la melodía y la emoción del mensaje de la obra musical. Por eso, y una vez más, quiero recordar esos versos que escribí aquí mismo, en uno de los homenajes a esa "música más hermosa del mundo". Este es el poema:
  
"Nunca dejes de poner música en los sueños,
aunque los sueños no se cumplan,
pues el escenario que aparece, mientras soñamos,
y la pintura que nos sugiere, mientras fantaseamos,
restablece y alienta la esperanza,
y anima y estimula la ilusión por la vida y en la vida".
  
Es la imagen enmarcada de una dama que huye de
"la cruda, despiadada y perversa realidad". La
misma "dama de los sueños", la del vestido blanco,
ocultando su rostro, tal vez inmersa en su pena
y agonía. No hace falta ver su rostro; "la música
más hermosa del mundo" nos lo descubre y revela.
Y como muestra de esa música, para adornar los sueños, poniendo aroma y color en sus escenas y dando argumento a la imaginación, nada mejor que un nuevo playlist de temas "ensoñadores" y que bien podrían formar parte de un nuevo "volumen" del álbum en el que transcurre la música de esta crónica. Bueno.... El final de la colección musical terminaba con el "volumen 15", pero dadas las circunstancias nostálgicas para hacer este nuevo homenaje, podríamos crear este nuevo epílogo musical y darle el título "Volumen 16".
  
Como aclaración a mis seguidores, hay que decir que en la recopilación de esta última parte del álbum, la que se incluye en el contenido del post en este blog, aproximadamente habrá unos 25 temas musicales, quizá 30. Sin embargo, el playlist para solo audio y que habré preparado en su día, a la terminación de esta crónica, ascenderá a unos 50 temas.
    
La música de este álbum no va a tener una identidad temática de conjunto. Esta vez, como otras, no he querido dejarme influir por ese argumento encubierto que aparece en los libretos a lo largo de la obra literario-musical. Al menos, es lo que pretendo, mientras discurro en mi escritura, y reconozco que no sé si lo conseguiré. Cierto es que los temas se inspiran desde los sueños y para los sueños. Como cierto es, también, que en toda la música sigue apareciendo y fluye, aunque difuminada, oculto o desdibujado su rostro, "la dama del vestido blanco", unas veces, otras "la dama del vestido de azul".
  
Un día aparece una "dama vestida de blanco". Está
sosteniendo con su mano una nota que lee con
tristeza. Quizá es la dama de los sueños tan
buscada. Luego... él se da cuenta que no es ella.
Comenzamos esta última muestra musical con un tema nada que ver con la nostalgia, ni con la melancolía. La melodía es un despliegue de alborozo interpretada solo al piano. Los brillantes compases, el divertimento de sus notas, hace de este "Valse de L´Eden" una pieza magnífica para iniciar una sesión musical con unas gotas de entusiasmo y regocijo, quizá con la ilusión de que aparezca la sorpresa que siempre se buscaba a lo largo de las imágenes y libretos de la obra. El tema es de Carlos D´Alessio, compuesto para la soundtrack de "Eden. Lost in music", drama ambientado en los 80, original de la novelista y directora de cine Marguerite Duras. (Clic sobre el título que precede y sobre el resto de todos los demás, sobrescritos en azul, para enlazar con el vídeo de los temas).
  
El playlist de este último homenaje musical continúa con el tema "September Song", de la compositora y cantante danesa Agnes Caroline Obel, perteneciente a su magnífico álbum titulado "Aventine", grabado en 2013 y que al parecer sirve de banda sonora para un film aún sin que haya podido conocer. La música del tema transcurre en un imparable movimiento de compases que contienen acordes y notas al piano, que se repiten aunque formando una melodía y que asemeja a ese mismo transcurso que hace el personaje recóndito del libreto del álbum en su avance, mientras busca incansablemente, hasta poderlo encontrar... quizá, el destello de su esperanza, quizá ella misma, su "dama vestida de blanco".


"13 jours en France", en versión a piano, nos hace ver también
otros escenarios en el tiempo (Painting by Willem Haenraets)
Y en esa búsqueda incansable, persistente, imparable, hay un momento en que el personaje "buscador" de su dama, tal vez perdido en su desalentadora aventura, se detiene por fin y se sumerge en sus ensoñaciones. Sin darse cuenta, se entrega a la continuidad de esa búsqueda pero ahora en el universo de sus propios sueños. El tema "13 jours en France", de Francis Lai, el que ya hemos escuchado en otros "volúmenes" del álbum, un clásico de la música del cine, nos trae ahora una versión  de piano y orquesta con arreglos y dirección de Joe Hisaishi. La quietud y placidez de su música nos atrapa y sumerge en la fantasía de ese océano onírico. (Clic en los dos títulos del mismo tema, en las distintas versiones que interpreta Hisaishi)
  
Surge a veces, cuando escuchamos la música del tema, que es
nuestra dama de los sueños, la que toca el piano, la que nos
hace llegar la melodía, y nos lleva su mensaje al corazón.
Hay un momento en la ensoñación de "nuestro personaje" en que la ilusión penetra... tal vez, en su "visor de antigüedades", en sus recuerdos. El escenario de la fantasía tiene ahora una banda sonora. Es el tema "Tú y yo" (clic en el título), compuesto por José Mª González Zubieta e interpretado por el pianista Carlos González, uno de los intérpretes de estilo más romántico que conozco, por cierto mi sobrino Carlos. El tema pertenece a un álbum titulado "Música romántica para piano", cuyo autor es el maestro Zubieta, siendo el intérprete de todas sus partituras Carlos González. El pianista interpreta la composición "Tú y yo" dentro de un concierto (hacer clic) que contiene el vídeo del enlace. En realidad la música, con ese derroche apasionado de notas y acordes, es todo un recuerdo nostálgico a esa ilusión, puede que a un desencanto, una escena perdida en el pasado, pero recuperada en el maravilloso "universo de los sueños". El recital del pianista González, por cierto, comienza con otro de los temas más emotivos de Zubieta. Se trata de "Aracoeli". La continuación es el resto del concierto.
   
El cello también nos deja ese cuadro íntimo y
reservado en nuestra imaginación, escuchando
a ese String Trío en una interpretación casi
improvisada de "What a Wonderful World".
Los sueños... ¡Ah, los sueños! "Nada nos pertenece más en propiedad que nuestros sueños", que dijo Friedrich Nietzsche. Como la seguridad de que "Nuestros sueños pueden realizarse, aunque solo sea en ese mágico y maravilloso mundo de los sueños", con que tituló así Rusty Andecor la conclusión de esta obra literario-musical. Un universo tan íntimo y reservado, tan privado e inviolable, como la naturaleza del alma. Quizá es ahí, en donde se aloja y se esconde "el mundo maravilloso" que anhelamos. Quizá es ahí, en donde solo lo podemos encontrar. El tema "What a Wonderful World", esta vez interpretado por String Quartet  "Stringspace", nos lleva a un "maravilloso" escenario. La cuerda, pero sobre todo el solo de violín, nos muestran desde esa música, el prodigioso y fascinante mundo de la imaginación.
       
Y es la banda sonora de la película "La la land", de la que hicimos referencia en el post de la crónica anterior, en un "Medley" de sus temas (clic título) y en una versión "cover", ajena a la original, la que nos adentra en ese maravilloso mundo de los sueños. Lo cierto es que la melodía de los "love themes" nos vuelve a recordar la reflexión del argumento del film. Pues aquello que formaba parte de nuestras ilusiones, nuestros deseos y anhelos, podemos verlo realizado en nuestra ficción imaginativa. Su música vuelve a describirnos cómo podemos recuperar la esperanza de que se cumpla el final feliz, aunque sólo sea en sueños. Ciertamente, es lo que decíamos entonces; que todo puede realizarse en la magia del universo de los sueños.
  
Incluso esa misteriosa "dama vestida de blanco"
aparece en las visiones de mis ensoñaciones, al
piano, sin que pueda ver su rostro ni pueda
saber quién es. (Painted by Trent Gudmundsen)
Y también, lo cierto es que en esa increíble y misteriosa, pero visible y sorprendente dimensión, en felices ocasiones podemos "ver" el mejor regalo dentro de nuestros sueños. El tema "The Greatest Gift" ("El mejor regalo"), de Henry Mancini, compuesto para la banda sonora de "The Pink Panther". La música discurre por esa aventura onírica, a veces tan visible en nuestras ensoñaciones, cuando nos dejamos atrapar por la melodía, que podríamos encontrarnos con la escena mas complaciente y gratificante que podamos imaginar; unas veces el regalo de esa escena tiene que ver con la ilusión de recuperar o mantener el regalo de una amistad, quizá el de la emoción de un enamoramiento; otras, con la fantasía de encontrar o descubrir "la dama vestida de blanco", tan buscada a lo largo de esta "extraña" obra.
  
El tema "Une amitié", de Philippe Rombi, compuesto para el film "Frantz", un drama dirigido por el francés Francois Ozon, un trabajo elegante y preciosista del cineasta que le lleva a ser una de las mejores obras de la filmografía francesa. Además, la película está construida con una perspectiva cromática que apenas ya se hace, la combinación del blanco y negro con el color. Su música es un dulce y delicioso diálogo entre el piano y el violín, en el que éste marca el mensaje que nos sugiere "la amistad".
  
A veces, esa extraña pero soñada dama, es la que
interpreta, con su violín, "la música más hermosa
del mundo", aunque tampoco pueda ver su ojos,
ni sepa la verdad de su identidad. Quizá es la
misma que toca el piano y me oculta siempre
su rostro. (Painted by Willem Haenraets)
La fantasía ensoñadora queda representada ahora con otro tema que protagoniza también el violín y el piano, y en un diálogo muy similar a la partitura anterior, aunque quizá en una clave más melancólica, más triste y desolada. Se trata del tema "Modigliani", de Guy Farley, que compuso para el film británico del mismo título dirigido por Mick Davis, un argumento biográfico sobre los pintores Picasso, Rivera, Modigliani y otros, y que, al igual que la película anterior, se centra sobre todo en las relaciones entre sus personajes.
  
Hay un instante en el ensueño en que despertamos y dejamos de vivir ese mágico viaje de la imaginación, aunque sigamos en ella. Es el instante gozoso de sentir una realidad tangible, ajena a los sueños. Es el momento en que no queremos que se acabe nunca, que el tiempo lo paralice y que tengamos la sensación de que el instante perdure siempre. A veces... es un simple minuto. Y este es el erróneamente llamado "vals del minuto" de Chopin, pues el conocido "Minute Waltz" en Re bemol menor, Op. 64 nº 1, sería el que la escritora francesa George Sand le sugirió componer, cuando él se fue a buscar la soledad en Valldemossa (Mallorca) y durante períodos que debió alternar en compañía de Sand, que según se supo fue su amante.
Frédéric Chopin y George Sand. El pintor se inspiró precisamente
en esta pequeño obra que edl compositor dedicó, al parecer, a
su amante, la escritora Sand: El "Waltz in A Minor Opus Posth"
Lo cierto es que el vals que nos interesa es el "Waltz in A Minor Opus Posth", que también y por su corta 
duración debió llamarse "Minute Waltz"La versión de referencia (clic en el título) es la que magistralmente interpreta Shari Diluka, la pianista de Sri Lanka nacida en Mónaco, que fue niña prodigio al interpretar a muy corta edad a Chopin y que a sus 42 años es ahora una las más geniales pianistas de las obras del célebre músico. Y abundando en la genialidad de otras interpretaciones de este, también llamado "Valse en La Mineur", esta es la versión de un pianista anónimo, que no por ello deja de ser una excelente y singular interpretación. (Clic en su título y en cada una de las versiones anteriores y la que se refiere a continuación).

Otra de las versiones magistralmente interpretada de este "Valse en la mineur" de Chopin, es la que está a cargo de la pianista genovesa, de ascendencia suiza, Katia Braunschweiler. Y no podemos dejar de mencionar como intérprete de esta legendaria pieza a una de las más grandes pianistas, de las también actuales. La germano-japonesa Alice Sara Ott, quien a los 4 años comenzó sus estudios de piano y a los 5 dio su primer concierto. A los 12 se inicia en el Monzarteum de Salzburgo. Y a los 29 años, hoy es una reconocida virtuosa de Chopin, especialmente de sus valses. Magnífico su álbum "Chopin: Waltzes". De ahí extraemos el "Waltz in A Minor Opus Posth. Kk4B No 11 - Allegretto", aunque ésta es una versión en directo en uno de sus recitales. Contemplar su actuación es quedarse... ¡impresionado!
    
Incluso entre esas musas que me inspiran en la
composición de ese escenario de ilusiones, a
veces también percibo una dama que toca el
acordeeón. (Es la foto de Viola Turpeinen, la
primera mujer acordeonista de la que se
tienen grabaciones en discos de vinilo)
Hay que decir que el llamado "Minute Waltz", título que hace referencia a las dos composiciones, no recibe su nombre precisamente por su duración, que es algo más de un minuto, sino porque "minute" significa "pequeño", como pequeño debió ser también el instante que quiso captar en su inspiración Frédéric Chopin, o como el mismo instante de éxtasis que quisiera concentrarse en el intenso destello de una ilusión, o en el deseo de que esa "pequeña melodía" nos lleve a la inmensidad del momento de un sueño para que se prolongue indefinidamente, para que no se acabe nunca.
  
Recuperamos de nuevo el escenario fantástico de nuestro viaje a través de la imaginación. Y es ahora, después de sentir el aroma de estar percibiendo la ilusión que tenemos de una imagen cercana que veníamos buscando, el momento en que vemos que un destello brilla en la antesala de un tiempo futuro, aunque muy próximo. Es el instante en que la esperanza nos regocija y nos devuelve la confianza. Es el momento de abrazarnos a esa ilusión. El tema "Musetta´s Waltz", de la Boheme, incluida otra versión en el "volumen 2" del álbum de esta obra, y que correspondía a la banda sonora de "Hechizo de luna", pero esta vez interpretado por Jeff Steinberg, de su álbum "Romance in Tuscany", nos reconforta el alma al escuchar el piano, la guitarra, el violín y el acordeón, en una melodía dulce y apacible, con cierto sabor nostálgico. Es el momento de sumergirse nuevamente en el océano de los sueños, especialmente cuando escuchamos el violín, pero mucho más cuando dejamos envolvernos por las notas melódicas del acordeón.
  
A veces no es "el puente" que une nuestro universo imaginativo
con la realidad evanescente, sino un barco que nos devuelve la
ilusión desde la misma fantasía (Painted by Michael Cheval)
Y en esos sueños, nuestro fantástico viaje suele ser caprichoso, imprevisto, y no siempre encontramos lo que buscamos, no siempre vemos el destello iluminando  la imagen que deseamos ver. No perdemos la esperanza. La ilusión nos hace aún más perseverante y decidido que nunca en nuestra búsqueda. Hay un guiño de colores dentro de esos sueños que son nuestros cómplices, como cómplice es ese puente que nos lleva desde el universo imaginativo hasta una realidad inadvertida, casi evanescente, la que nos envuelve cuando aún no parece habernos despertado, cuando dejamos escapar esa exhalación que nos conmueve el alma. Quizá es como un "puente de suspiros". Es ese el tema que describe esta impresión, titulado "Bridge of Sighs" ("Puente de los suspiros"), compuesto e interpretado por Ernesto Cortazar, incluido en su álbum "Colors".
  
No es un atisbo del rastro que buscamos. Es posible
que sea el reflejo de la imagen de "la dama vestida
de azul". Aunque no lo sabemos con certeza, pues no
vemos su rostro. (Painted by Anna Razumovskayas)
Pero nada es apenas cierto cuando nos encontramos atrapados en nuestros ensueños, cuando nos dejamos envolver por su dulzura. Ni siquiera cuando atravesamos el umbral de esa evanescencia para mantenernos aún en lo complaciente de la fantasía que recrea nuestra imaginación. Quizá es el instante en que, de paso por ese "puente de los suspiros", o tal vez por "el barco de la ilusión", nos encontramos por fin con un reflejo que compone una imagen, esta vez es la de "la dama vestida de azul"; porque es ese azul el color que más define la esencia y la autenticidad de "la dama" cuando se convierte en "princesa". Y esa descripción, es la nos hace ver en el tema "The Great Secret", de Patrick Doyle, el descubrimiento de un "gran secreto". Es el secreto que guarda en la intimidad todo un prodigioso cuento, entre libretos e imágenes, oculto en la sugerencia de sus guiños, pero perceptible en algunos de los pasajes musicales de la obra. Es un gran secreto que la música desvela la auténtica identidad de la dama, ahora convertida en princesa. La música nos va mostrando, desde la lejanía de los primeros pasajes de la partitura, hasta la intensidad de la cuerda, la imagen de quien parecía haber sido una misteriosa dama, y que al final se descubre, en todo su esplendor, como "la princesa del cuento".
  
Ahora, después del feliz descubrimiento, cuando la imagen de la  dama parece haberse desvelado, el tema "La Valse de L´Amour", de Patrick Doyle, es la música que mejor acaricia nuestros sentidos, ahora más inmersos en la realidad que cuando se hallaban adormecidos en la trama de su ensoñación. La belleza y fascinación de su envolvente cuerda de violines y cellos, la que hace que su melodía nos lleve a la nostalgia de felices tiempos que quedaron en el pasado. Es el vals que nos recrea viejos escenarios y que vemos en "aquel mágico universo imaginativo". Es "El vals de amor" de una princesa que vivió, o que tal vez... aún vive... quizá en otra dimensión y quien, cuando nos sentimos inspirados en su mensaje musical, podemos imaginarla en nuestro privado universo, impresionados con la sensación de encontrarnos presos de un encantamiento, "embriagados de goce y satisfacción".
  
Es "Cinderella", en una imagen de la película a que nos hemos
referido, en un instante convertida en princesa, tal y como
"La Valse de L´Amour" (clic) podría haber convertido la dama
de nuestro cuento en "La dama del vestido azul".
La fantasía de la escena del vals de la princesa, de alguna forma queda representado por la escena del vídeo del tema del anterior enlace, que corresponde a la película "Cinderella" que dirigió en 2015 el británico Kenneth Branagh y fue protagonizada por Lily James y Cate Blanchett, y cuya música fue compuesta por Patrick Doyle. Lo cierto es que de esta última versión de "La cenicienta" hay que decir que, a pesar de la simpleza de su realización y del cursi desarrollo de su conocido argumento, la música de Doyle nos deslumbra, como también lo hace el toque de algunas de las escenas que consiguen asombrarnos. Por otra parte, es la sugerencia musical del tema principal del film, la que nos recrea esa fantasía.
  
De la escena de "Cinderella" (2015), enmarcada como toda la
simbología de imágenes del reportaje, extraemos la escena de
nuestro ensueño, y con la música de nuestra banda sonora
mantenemos la fantasía que nos ha de llevar a hacer realidad
nuestro sueño... en nuestros sueños.
Como también lo consigue el tema "So this es love: Waltz", de Mack David y que pertenece a la banda sonora de la versión de animación de "Cinderella" producida por Walt Disney en 1950. El mensaje musical de este último waltz describe más placenteramente el momento en que esa "dama del vestido azul" se ha convertido en princesa. Los compases de la pieza nos hace imaginar el instante feliz de la dama. No olvidemos que, como decía al inicio, "la creación artística musical puede fascinar de tal forma la imaginación que su banda sonora puede dotarle del mejor argumento para recrear en su universo la ilusión más fantástica". Y desde luego nada mejor, para mantener en la mente la belleza de los sueños, que envolverse de la calidez y del aroma de una melodía y de la emoción de su mensaje. Porque... no lo olvidemos, si mantenemos "la música más hermosa del mundo" en los sueños, conservaremos el escenario que debió recrear nuestra ilusión cuando alguna vez pudimos vestir la vieja melodía con los colores de la fantástica ensoñación.

La dama, a punto de descubrirse en el transcurso
en esta crónica literario-musical, se oculta y se
convierte de nueva en "la niña del vestido blanco"
(Painted by Magdalena Oosthuizen)
De todas formas, y como en "Cinderella", la cenicienta del cuento de Charles Perrault, también nuestra "dama vestida de azul", a punto de descubrirse, se vuelve a ocultar en su anonimato, aunque desde los orígenes de "la niña del vestido blanco" que vislumbramos en alguna de las pasadas crónicas e imágenes. Incluso, en la peor de las veces, los sueños desaparecen para convertirse en la fría y, en ocasiones, en la cruel realidad. Es un tránsito, de los sueños que se desvanecen, conforme despertamos. Es un tránsito, en cuyo curso la realidad nos golpea con su crudeza, deshaciendo la ensoñación. La música de Jack Nitzsche del tema "Love Theme. Revenge" para la banda sonora de la película "Revenge (Venganza)" de 1990, que dirigió Tony Scott y protagonizó Kevin Costner y Madeleine Stowe, nos describe, en nuestra particular "película", la sutileza de ese transcurso, de cómo el ensueño se evapora y se transforma en realidad. La intensidad de la melodía nos va sugiriendo ese alejamiento de la ensoñación, para envolvernos en la sensación de cómo nos acercamos al estado evidente y palpable de lo real.
  
En el tránsito del desvanecimiento, entre los sueños, la realidad
y el abandono, nos vemos confundidos y manejados por un reloj
que marca el tiempo de nuestra vida, los hechiceros y magos
que manejan nuestro destino y la suerte, el camino escalonado
que hemos de seguir, engañados a veces, por esa dama de los
sueños que revolotea ante nuestras indecisiones cual traviesa
mariposa, pero también la que nos maneja como títeres. Y
nos vemos ahí en la última encrucijada (By Michael Cheval)
Y en este declive de la realidad más dura, más cercana a un desenlace penoso e irreversible, hay un tema que sugiere de forma impresionante esa sensación de abandono de la vida. Es "Carlito´s way theme song", del compositor Patrick Doyle. Su música es la soundtrack del film "Atrapado por su pasado" ("Carlito Way"), una excelente película de Brian de Palma, protagonizada por Al Pacino, Sean Penn y Penelope Ann Miller, que retrata de forma brillante el mundo de la mafia y el crimen. En mi opinión, junto con "El precio del poder", también de Al Pacino y del mismo género, los dos trabajos son la obra cumbre del realizador De Palma. La música de Doyle, como decíamos, nos traslada a otra dimensión menos deseable, la de la dejadez de nuestra mente en poder de la inanición, porque algo se ha parado en nuestro buen destino, o al menos algo nos impide seguir en el disfrute de nuestros sueños. Es la descripción de ese abandono a una fuerza ajena a nuestra voluntad. Sin embargo, se supone que este es un tema musical que debería ser puesto de "banda sonora" para ese momento tan poco deseable ahora. Aunque... ahí queda, en esta crónica del alma, por si un día, tan inevitable como que los sueños y la vida se han de acabar, habría de ser la música la que debería acompañar "nuestro abandono" a manos de ese último destino: la eternidad.
   
Es posible que inmersos en ese embeleso imaginativo y su delirio
poético, la inspiración del alma busque el mensaje del más
exóticos de los personajes de la fantasía y se deje fascinar por
el más extravagante y surrealista de los argumentos.
(Painted by Michael Cheval)
La cuestión es que era necesario tocar ese tema, quizá un tanto tabú; porque, aunque poco agradable de recordar y describir, es también un acontecimiento que tiene mucho que ver con los escenarios de la vida que se funden y separan entre la realidad, los sueños y el desenlace y fin de ambos estados. Y no olvidemos que "todo el embeleso imaginativo y su delirio poético es obra y arte de ´nuestra inspiración`, cuando escuchamos la composición musical y evocamos el escenario que representa el teatro de esa imaginación". Todo está dentro de nuestra propia "película", la que reúne la realidad y los sueños. "Cinema Paradiso Theme", de Ennio Morricone, una soberbia partitura y una genial interpretación del violinista israelí Itzhak Perlman, al que acompaña "The City Praga Orchestra", nos ayuda, precisamente, a visualizar esa impresionante película de la vida. Y nos ayuda a recuperar los "fotogramas escénicos de nuestro visor de antigüedades" para impregnar con sus colores, e incluso su aroma, todo ese misterioso y alucinante universo de los sueños.
  
La imagen difuminada que suele aparecer en los sueños es también
la del rostro de quienes nos envía la música a nuestra imaginación,
proyectando en ella el escenario que deseábamos recuperar.
Pero los sueños vuelven a tomar un sentido más racional cuando aparece el destello de nuestra ilusión más cercana a la realidad. Es la vuelta a la persecución de la luz de nuestro destino. Se produce un momento en que confluye la esperanza y la confianza que nos ha de llevar a encontrar "la dama del vestido azul", al menos a recuperar el escenario en nuestros recuerdos. El tema "Rearranging Furniture", de Gabriel Yared, perteneciente a la banda sonora de "By the Sea", un film mediocre por cierto, que dirigía y protagonizaba Angelina Jolie con Brad Pitt en el reparto. La melodía que instrumenta el clarinete va recorriendo ese tránsito que procesa el abandono de los sentidos hasta la ensoñación más cercana a la realidad.
   
Josephine Wall representa en su pintura una de sus bellas
fantasías. La dama duerme su sueño en la profundidad de los
océanos, envuelta en corales y esmeraldas, esperando el
hálito y llamada de quien la ha de despertar.
La ilusión parece recuperar las escenas del nostálgico carrusel de recuerdos, quizá algunos de los fotogramas del "visor de antigüedades", los que aparecían aquí encubiertos en el transcurso de este álbum literario-musical. Hay dos temas pertenecientes a la soundtrack de dos filmes a los que ya me había referido en anteriores capítulos de esta obra. Los incluyo en esta última y definitiva parte de "La música más hermosa del mundo", aunque en una versión diferente para cada uno de los temas. El primero de ellos es "Evgeni´s Waltz", de Abel Korzeniowski, de la banda sonora de "W.E.", un film pretencioso y cursi de Madonna que dirigió en 2011 y del que lo único bueno que contiene es la música de Korzeniowski y el vestuario que luce. El tema describe un vals que transmite un intento de recrear la animación de alguna de aquellas escenas del viejo carrusel de recuerdos.
  
Durante un intervalo del transcurso de la melodía, da la impresión
de que una dama se escapa del reflejo en donde se hallaba
prisionera (Painted by Josephine Wall "Alternative")
En cuanto al otro tema, "Curtain", compuesto por Dario Marianelli y con interpretación a cargo de Mercuzio Pianista, pertenece a la película inglesa "Anna Karenina", dirigida por Joe Wright. Es un tema en clave de vals, interpretado exclusivamente a piano. La música parece iniciarse desde los recuerdos más remotos de una historia. Un tema que quizá intenta anunciar la aparición de una imagen. Ocurre que en el transcurso de la melodía, los pasajes se vuelven más intensos según se va recuperando la escena extraída de los recuerdos. Además, la carga emotiva y nostálgica que nos transmite el tema, en mi opinión, es impresionante. Se produce después, un estado de espera en el espacio intemporal  que el sueño nos iba describiendo. Es el tema "Beethoven´s Silence" de los "Concertos. Vol. 1" de Ernesto Cortazar, el que nos proyecta todo ese imaginario. Quizá, éste es un entretenimiento musical para distraer la mente de las inquietudes que sufre el personaje de los libretos del álbum (¿o quizá el autor?).
  
"Titania and Oberon", de Josephine Wall, representa de alguna
forma al derroche de una fantasía extraída de esa escena de
los sueños en que parece haberse producido... un encuentro.
Por fin, llega el momento que esperábamos. La pintura musical la pone una nueva partitura que incluye esta parte del álbum. Es una música que parece dar un color más afortunado y feliz a la historia que describe este escenario de ilusiones. Es el valse de referencia a continuación. El tránsito que llega desde la evocación más lejana, extraída de aquellos recuerdos que la música muestra en el transcurso de los libretos del álbum, recorre ese carrusel de imágenes, las de una parte nostálgica de una vida. Una música parece que describe ese transcurso desde la distancia. Hasta que se produce un acontecimiento. Sin embargo, todo sigue sucediendo en el universo de los sueños. Es el encuentro de los dos personajes que proceden de todo este "maravilloso relato".
  
Es el escenario en el que los dos personajes de la historia se
mueven al ritmo de un vals muy cerca del océano de sus sueños
(Painted by Steve Henderson "Twilight Romance")
Y es que el momento de ese encuentro se inicia en este vals titulado "La valse de Sarah et César" de Reno Isaac, perteneciente al film francés de 2003 dirigido por Richard Berry. Se trata de un vals que se inicia de modo lento y muy tranquilo, con cierto sabor nostálgico, que luego cambia su estructura musical y su movimiento. Los compases del piano acompañan una vertiginosa y animada melodía que interpreta el acordeón con un aire ya más ligero y gozoso. Lo cierto es que escuchando la música, no es difícil contemplar la escena del baile de los dos personajes, ya más cercana a la realidad.


Es el momento en que una elegante "dama del vestido
blanco" y un apuesto galán cruzan el límite del
espacio que les separa del mundo de los sueños.
De aquel acontecer llegado desde los lejanos escenarios,  en que dos personajes se mantienen cercanos el uno del otro, los del eterno relato oculto bajo muchas de las imágenes rodadas en el transcurso de esta fantástica y particular "película", dos temas ilustran ahora la continuación de la ensoñación, aunque ya despertando de su aventura onírica, y cruzando el límite que les ha de llevar al universo más real. Son los títulos "La valse de Pierrot" "Flora 63", ambos del compositor, violinista y director de orquesta rumano Vladimir Cosma, pertenecientes a la banda sonora del film "Un profil pour deux" ("En lugar del Sr. Stein"), producción francesa del 2017 dirigida por Stéphanie Robelin, una deliciosa comedia de enredos y equívocos con tintes románticos. El humor llega hasta un tema tan sórdido como el de la suplantación de identidad en Internet. El primero de los temas es otro vals con el que su música nos va a seguir describiendo la  escena del baile aún cercano a ese universo onírico, aunque más próximo ahora a un teatro más real. Es el segundo tema, el que nos va a mostrar ese cambio de escenarios. Es la música del xilófono rumano la que parece querer distorsionar esa calma ensoñadora, a la que sigue la del tema "Générique", una versión más ligera interpretada por una armónica.
  
El impresionismo de este óleo  de Leonid Afremov
titulado "Delightful Waltz" ("El vals delicioso"), nos
sugiere como la vida de esa escena se desvanece,
tal y como la imagen en nuestra ensoñación de
va difuminando, hasta desaparecer del todo.
Y tal es la transformación de esos escenarios que podríamos imaginarlo más cierto, más real, y quizá con estos dos temas de Charlie Chaplin. Una música que podría ayudarnos a describir, desde el oculto universo de los sueños hasta una tenue y vaporosa realidad quizá también encubierta, a los protagonistas del álbum en una secuencia "cruzando la pista de baile", tal vez en el mundo de la ilusión. Precisamente, ese es el nombre del vals, el titulado "Crossing the dance floor", uno de los temas perteneciente a la soundtrack de "A Countess from Hong Kong", un film británico producido por Chaplin en 1967, quién también dirigió y puso el guion y la música. De su banda sonora ya nos referimos en los primeros capítulos del álbum. En cuanto a la sugerencia de su música y el mensaje que nos transmite su representación, vemos que el marco del escenario contiene ahora una música más radiante y gozosa, incluso más festiva y solemne. Es el momento de la celebración de un ilusionado encuentro. Así, el doble vals de esa banda sonora del mismo film nos va a describir el carácter de este sentimiento. Son dos temas muy acordes con la que no deja de ser una fantasía de ese momento escénico. El título del "Dancing Theme" que contiene el vídeo es "The countess sleep" y "Waltz Natascha". Indudablemente, escuchando estos últimos temas podemos recrear una escenografía pletórica de un colorido muy romántico en cuando a lo que nos sugiere su fantasía.
   
Es la escena romántica que nos devuelve, con
ese vals, a escenarios de recuerdos lejanos.
En esta última sucesión musical en clave de valses, unos más suntuosos e impresionantes, más lucidos y espléndidos, como los anteriores de Chaplin; otros más lentos y nostálgicos, más íntimos, continuamos en la línea de su derroche melódico, y lo hacemos con uno del estilo de estos últimos. Es el caso del tema "Valse Lent", de Bernard Hermann, perteneciente a la soundtrack de "The Trouble with Harry" ("¿Quién mató a Harry?¨), una película de Hichtcook de 1955. La música aquí, con su tono lánguido y romántico, nos describe una escena intimista, envuelta en colores de nostalgia, de recuerdos que traslada a un pasado muy lejano. Curiosamente, el tema "Valse en C Mineur", de Jacynthe Moindron-Jacuet, perteneciente al film francés de 2017 del director Héctor Cabello, nos devuelve un tono discretamente majestuoso con su toque de melancolía. La música que comienza entonando el piano, que continúa con las notas que marcan la melodía, para envolverla con la grandiosidad y esplendor de la cuerda, nos recuerda y nos transporta a las viejas imágenes del "visor de antigüedades" que tuvieron mucho que ver con los primeros volúmenes del álbum.
   
"El vals de los sueños", es el vals que en su universo de ilusión,
tal vez sigue bailando eternamente la bella dama vestida de
sus azules colores y su música del alma.
Llegamos al final. Digamos que... no hay final. Solo es un tiempo de espera. Una espera que no cabe ya en este epílogo. "La dama vestida de azul" vuelve a convertirse, al menos en la fantasía de su universo, en "la dama del vestido blanco", porque no encuentra su anhelado destino, y ahora en su antiguo estado y desde su añoranza, se mantiene en la ilusión y vuelve a buscar la esperanza. Ella no sabe muy bien si ha vivido en un sueño o en la ficción de un cuento. El tema "La valse des roses" de Georges Delerue, perteneciente a "Les jeux de l´amour" ("Los juegos del amor"), una película francesa de 1960 dirigida por Philippe de Broca, describe muy sutilmente con su música esa sensación ilusoria de vivir la ficción de un cuento. Como describe la estampa de un sueño, en un tono muy festivo, "La valse des rêves"un tema de Maese César y banda sonora del film "Le fabuleux destin de Ro et JP", cuyo título "El vals de los sueños" nos transmite el divertimento que sugiere su mensaje musical.
  
La hermosa dama vuelve a aparecer enmarcada,
sin apenas descubrir su rostro, inquieta, quizá
atormentada al desdoblar sus vidas para elegir
su frenesí vestido de azules o el candor de su
vestido blanco (Painted by Anna Razumovskaya)
Es posible que la inquieta y desconcertante dama viajara entre la dimensión de sus sueños y la del fabuloso universo de su cuento; entre sus tiempos lejanos más candorosos de blanca ingenuidad, hasta los azules más vehementes de sus noches de pasión. Es posible que se atormentara al dejar sus días vestida de azules para volver a los de su vestido blanco de niña. Que sufriera la angustia de su ambigüedad  emotiva. Quizá... durante aquellos escenarios de fantasía, o en su mundo de mil ilusiones, fue feliz. Es lo que describe este "Love Themede John Powell, de la banda sonora del film "Two Weeks Notice" ("Amor con preaviso"), una comedia romántica, banal y dulzona, que dirige Marc Lawrence, y que solo la salva la aparición de Sandra Bullock y Hugh Grant, pero sobre todo este maravilloso y breve "love theme" de Powell, que nos abre las puertas a una escena de ternura y de amor.
  
En cuanto al tema "Oblivion", de Astor Piazzolla, que interpreta el cellista croata Stjepan Hauser, acompañado de la Zagreb Phillarmonic Orchestra, son los recuerdos y todo su escenografía lo que nos transmite la belleza de la música, si bien su título "Oblivion" se refiere al "olvido". El cello de Hauser nos acaricia y nos envuelve con su sinfonía de matices nostálgicos y visos evocadores.
  
Es el dibujo figurativo de la imagen de una dama
enmarcada en su tristeza, vestida entre blanco y
azul, perdida en sus reflejos y en la oscuridad de
sus bellos ojos. La crueldad de su destino se llevó
su luz de guía. (Painted by Jeanne Saint Cherón)
Lo cierto es que, desde mi perspectiva de autor de este libro virtual, como experimento literario musical, encarnándome en uno de los personajes del guión de la historia, nunca pude ver claramente la identidad del rostro de la dama, aunque podía imaginarme la apariencia estelar que me sugería. Ni siquiera al final de este encubierto relato, algo que ya suponía y creo que había previsto. Quizá esa identidad la vio el auténtico personaje del relato, el que abundó en la literatura de los libretos y el que sugirió su imaginario. Quizá él supo muy bien quien fue, pues la conoció en la íntima dimensión de su cuento. Aún así, por un momento, durante la fugacidad de un instante, yo mismo vislumbré su faz y sus ojos. Sin embargo, me di cuenta que su vista estaba perdida en el infinito de su alrededor. Tuve la impresión de que no podía verme, de que no había luz en aquellos bellos ojos. No quise entender la evidencia y en esa misma fugacidad del tiempo, la imagen desapareció. Desde entonces, nunca más volví a ver su destello. Nunca más volví a ver la luz de su silueta. Solo me quedó un dibujo figurativo de su imagen. Y sólo pude conservar en mi imaginación, además de aquel rostro desvanecido, su música, la música que me sugería su recuerdo, la que me llevaba a las viejas imágenes de un tiempo muy lejano, la que evocaba un lugar de despedida... "la calle del adiós". Y esa es la música, "La calle del adiós", el tema de John Barry con el que hace ya muchos, muchos años, comenzaba el primer álbum literario-musical de "La música más hermosa del mundo".
  
Es una escena final de "Anónimo Veneziano". El personaje
del film interpreta el último concierto de su vida. Enrico

dedica a Valeria, a la que acaba de decir adiós, este
hermoso "Adagio" de Marcello. (Clic en el título).
Y... bueno; confieso que, después de leer una vez más esta última parte de la historia que he contado, algo me queda por decir aún, algo le debo al personaje común de todos los guiones que contiene esta obra. Pienso que es una deuda causada precisamente porque fue mi licencia y perspectiva de autor, la que me permitió encarnarme en ese personaje, en la confusión de su identidad y su destino, en la incertidumbre y turbación de sus ilusiones e infortunios. Y fue aquel instante en que creí ver una imagen, en que vislumbré su faz y sus ojos, y cuando supe que su mirada estaba perdida en una luz que se había desvanecido, el momento en que quedó grabado en mi memoria para siempre. A ese instante, a la imagen que finalmente desapareció y que pude contemplar cómo se perdía en la noche de mi ensoñación, en el papel que me prestó el personaje de mi libro, a ella le debo este último concierto; el "2º movimiento-Adagio del Concierto para oboe y cuerda de Alesandro Marcello". No sólo la música del tema, sino su mensaje y el de la misma escena de la película que extrae en el vídeo (el que yo edité en su día para "un momento en el tiempo"), su música y su mensaje, ambos los dedico a ese eterno recuerdo.
    
Creo que no hay manifestación artística que conmueva tanto
como la música, no sólo para inspirar al artista, sino a quien
escucha la obra musical. Además, el espíritu melancólico del
autor de una obra y el alma nostálgica de quien la oye y la
contempla, fomentan y engrandecen la inspiración.
(Painted by Anna Razumovskaya)
Para terminar, me gustaría citar una frase que dijo el compositor, director y clarinetista Vicente Ortiz Gimeno, y en la que resumió muy bien su visión a la hora de componer la banda sonora de una obra cinematográfica. Decía: "La música tiene un poder especial en el cine: te cuenta cosas que las imágenes y los diálogos no pueden". Y yo, incluso añadiría: "Es tal el poder de la música que quien la recibe, la escucha y la ama, puede interpretar su mensaje según le inspiren las cosas que recree su imaginación". El tema "Lo que esconden sus ojos", de Ortiz Gimeno, nuestra joven promesa de la música de cine, es un ejemplo de esa fuerza expresiva y emotiva con que transmite el lenguaje de la música. Su "poder especial" es capaz de describir, incluso, escenarios representados por la composición melódica y que se reinspiran en la imaginación. Escuchando este tema, no sólo vemos la escena que el mensaje musical nos hace llegar, sino que percibimos la sensibilidad y elegancia que conforma su estructura, además de la intensidad dramática con que envuelve la partitura.
   
Precisamente, y para ilustrar aún más ese poder o sobre la forma con que nos conmueve la expresión artística de su lenguaje, dos jóvenes y célebres pianistas se refirieron así a la música:   
"La música es el lenguaje que va más allá que cualquier palabra". (Alice Sara Ott)   
"Como la música, la melancolía es parte de mi inspiración". (Shani Diluka).
  
Bueno... en realidad no es un secreto. Es el cuadro
en el que aparece la musa de mi inspiración. Ella
es mi propia imaginación, vestida de dama de
mis sueños, no importa si vestida de blanco o de
azules. Yo sé que siempre va vestida de
ilusión. (Painted by Lena Sotskova)
Finalmente... "Sólo la música puede enternecer la brutalidad del ser humano y las secuelas que dejan las miserias de su condicionamiento. Sólo el arte de su belleza puede llevarnos a la paz del alma y a la reconciliación con la adversidad que el mundo nos depara". (Rusty Andecor) 
   
Y no olvidemos que... "Todos tenemos una melodía cuya música nos hace viajar en el tiempo hasta reencontrarnos con la nostalgia de los viejos recuerdos alojados  en los escenarios de nuestra memoria y animados por la magia de nuestra imaginación".
  
Y lo cierto es que... no me resisto a dejar en este final, para sugerir aún más el mensaje elocuente de la música, el fragmento del tema de una banda sonora que sugiere mucho más de lo que aparenta. Dicen que "el cine es la fábrica de los sueños". Y yo creo que "la música es la mejor banda sonora de la ilusión y de los sueños". El cine nos hace llegar el escenario que recreamos en nuestra imaginación, pero la música se encarga de transmitirles a las escenas, aquellas que visionamos luego en nuestro privado universo, la inspiración para componer el guión del argumento que escribimos en la dimensión de nuestra intimidad. 


"La vida es un baile de ilusiones y desencantos, de amores y
desengaños, de logros y frustraciones,de suertes y de infortunios,
de vencidos y triunfadores. La música le pone la guinda: su guión".
Y de su danza, su ballet, una vez dije: "...es el vals que libera los
ahogos de mi calma, y que inspira mis ensueños, reconforta
mis otoños, y envuelve con acordes en el alma..."
(Painted by 
Vladimir Pervuninsky, pintor ruso)
El mencionado compositor castellonense Vicente Ortiz Gimeno, en este momento, es el representante que mejor me transmite la intensidad de un pasaje emotivo, incluso del acontecimiento dramático que contiene el argumento de una historia. Y es el fragmento del tema final de "El día de mañana", una magnífica serie televisiva que dirige Mariano Barroso, una música que nos describe todo un universo de matices que culminan en la ilusión de un escenario recreado ahora en nuestras imaginación. Porque... indudablemente, esa es la escena final de la  íntima "película" del autor de la obra de este blog, la que representa el breve corte de esta partitura. Y tal es la realidad de la ilusión, que yo mismo, escuchando el inicio del fragmento, puedo percibir, aunque muy ligeramente, el sonido de los pasos de mi propia presencia en el teatro de mis recuerdos, cuando acudo a contemplar la escena de toda la intensidad de una historia.
  
En "La música más hermosa del mundo", siempre hubo una musa
que inspiró "la pintura de mi imaginación" y la ilusión mágica de
una hada que me transmitió el mensaje de la música, y también
la sugerencia de unas escenas representadas por las imágenes
más sutiles aquí insertadas o encubiertas, y con las breves
narraciones de libretos semi-ocultos que alternaban mis
guiones. Ella fue siempre quien interpretó la música que
me llegó al corazón, unas veces vestida de blanco,
otras vestida de azul, como el personaje velado y,
finalmente, desvanecido de mi historia.
Mis "amigos con alma sensible", aquellos a quienes yo dediqué y ofrecí "la música más hermosa del mundo", si alguno de ellos llega hasta aquí. Mis cómplices invisibles y otros que me habéis leído. A todos vosotros: este fue el último capítulo de mi crónica, la de mis ensueños. Este fue el final. Y como en todo cuento, este fue su fin. Aquí reuní ilusión y literatura, música e imaginación. Fueron 30 capítulos que comencé a escribir hace más de 4 años. Fue... todo... una increíble e insólita, pero fascinante historia, fruto de más de 15 años de poner una banda sonora en la música de una parte de mi vida,  pero también en la de los personajes que creé en mis libretos; de componer un argumento, que dejé oculto bajo la sugerencia de las imágenes y la pintura de mi imaginación. Tal vez fue... una sinfonía de ilusiones, con el aroma y colorido que le dio mi espíritu romántico, y con el sabor artístico que impregnó mi prodigioso e invisible pincel, el que oculto, pero extraigo a veces, del universo de mis sueños. A todos pues, quienes descubrísteis un poco de fascinación en todo cuanto escribí o sugerí, en las imágenes de la obra o en su música... mis amigos, de corazón... Hasta siempre.
   
Ángel González "Rusty Andecor"  -  (Actualizado el 5 de enero de 2019)

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